I. había abierto twitter, una red social, y la había cerrado. seguían con premios, con los premios. hoy parece que tocaban los nominados al oscar, ayer al balón de oro, o a los emmy. no lo sabe bien. la población era mantenida en un nivel superficial del corte (como la capa alta de las raciones de sandía) saltando de premio en premio. sin tiempo para pensar en medio. le pareció algo cercano al circo romano y también a esas piscinas con unos cilindros de cemento. cada cilindro un premio. toda una vida asistiendo, mirando, competiciones de valores, premios los llamaban ahora. hay muchos, van rápido, no faltan. los premios.
II. de la mañana se había quedado con la historia del niño judío, ahora octagenario. el octagenario contaba cómo un día, de niño, había visto, en viena, a hitler. había ido a su colegio. los compañeros contentos, casi exaltados, en el patio de recreo. el niño judío mira a los lados, ve que nadie lo reconoce y hace el saludo nazi. luego le mataron a casi todos, dice el octagenario. él pudo huir. lo cuenta, lo dice, ahora, a la mesa. cenando.
III. lo que más le había llamado la atención es que decía, pronunciaba, hitler, sin la h aspirada, sin jota, itler. "yo de pequeño vi a itler". eso, lo supo en seguida, se le había metido adentro. como olor en jersey. itler.
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