I. llamábamos a las empresas y ya solo nos contestaban
las máquinas. máquinas de
voces. voces de máquina, ya no sabíamos muy bien. máquinas metálicas grises en un
paisaje de fin del mundo. el fin del mundo ya no era ni siquiera desierto, polvo, ruinas, destrucción, carne y apocalipsis. el fin del mundo era, ahora, caer en un embudo metálico que funcionaba como un
frontón metálico. con ese sonido.
rebotábamos.
no traspasábamos el umbral casi nunca. si era para salir, entonces no la cruzábamos "nunca". si era para entrar, la palabra se llamaba “a veces”. si pasábamos, si cruzábamos, contestaba
una voz sudamericana. ahí nos entendíamos menos, peor de lo que nos hubiera gustado a ambos, a sudamérica y a españa. si saltabas ese foso te contestaba uno castellano, uno con voz de
bien alimentado. en medio de estos pasos tenías que valorar el servicio recibido. por favor, valore el frontón. por favor, valore a sudamérica y al bien alimentado. era bueno llevar cantimplora y tiempo. la gente no estaba bien pero las máquinas de frontón estaban peor.
en un nivel nos hablaban de su deseo de satisfacer al cliente más allá de las expectativas de éste, esa decía ser su misión.
en otro nivel, sin embargo, nos hablaban solo máquinas. la ventaja de las máquinas era que la violencia contra ellas era inútil. no funcionaba. no se movían las máquinas. encajaban muy bien los enfados las máquinas. eran, también,
máquinas de no ceder. inconmovibles. rebotaba lo bueno y lo malo y lo neutro. rebotaba todo. los clientes eran y estaban rebotados. eran baratas las máquinas. la inversión de grabar las voces una vez. un telón de acero separaba a las empresas y a los clientes. si fallaba el telón de acero entonces había
laberintos, emboscadas. con frecuencia, las emboscadas laberínticas de las que no se salía,
el viaje metálico de ulises, eran también máquinas de voces y teclados.
II. la mayoría de estas empresas bunkerizadas eran empresas de comunicación. prestaban contenidos. esos contenidos eran televisiones de pago, telefonías, empresas informáticas. las contratábamos
para hablar con alguien que no fuese una máquina. para tener
de qué hablar con alguien. para ver un partido y comentarlo con alguien o con muchos, para llamar a alguien y decirle que queríamos quedar para cenar y charlar, para invitar a
vernos. "en persona" lo llamábamos.
III. no hablábamos ya casi de forma directa en persona con nadie. estábamos ocupados
trabajando para poder
pagar los servicios de esas empresas que nos permitirían hablar con ellos. por eso no podías simplemente salir a la calle a hablar con nadie porque directamente en la calle no había nadie. necesitábamos esos intermediarios. un whatsapp, un mensaje, una llamada, un mensaje directo, un privado, un tweet, para quedar con una voz humana.
IV. para llegar a quedar con alguien y hablarnos, había que atravesar los bunkers. éramos los nuevos alejandro magno.
V. así eran nuestras vidas. antes.
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