I. me voy a londres aunque me quiero ir a bilbao porque me he comprometido a ir a londres. como si eso significase algo. esto me enfada conmigo mismo. me irrita. veo, visualizo, a godín haciendo el gili penalty ése tan suyo en el que se cae encima de un delantero y lo aplasta y desde arriba, aplastado el delantero, dice que no es nada. pero sí es. me he pegado un tiro en el pie y he de apechugar. además, me pierdo el partido del atleti y eso me preocupa. por ellos, claro. le encargo a la cuñadita que lo mire por mí, de pie, de medio lado, pero seguro, fijo, que no lo hace. seguro que atiende a sus obligaciones otras y quien soy yo, godín, para decirle algo ahora, después de traicionarme a mí mismo así. por otra parte, lo mismo la cuñadita piensa que un partido de grupo contra el viktoria no es tan importante. al llegar al hotel de londres, con wifi, compruebo que ha debido asomarse por el minuto 92. el gol del cebolla. y es que algo tiene que quererme.
II. tras la improvisada conferencia sobre la Planificación la semana pasada en bilbao, afronto esta vez, en londres, una sobre las relaciones personales, "on relatedness" la han titulado, un poco pomposamente.
III. irritado como estoy conmigo, y a la una de la mañana que llego, me asomo al bar del hotel donde el dueño me trata como a un indio y me dice: "drink yes, eat no". el que era indio era el taxista y un indio de puta madre y no el idiota éste del hotel que se confunde de indio. miro a mi alrededor y hay cuatro parroquianos en un estado intoxicadísimo de alcohol, así que le pregunto al mesonero, eso le he dicho, "mesonero", si esto de "drink yes, eat no", es de ahora mismo o si era igual así hace 4 horas ( o no) mientras miro al paisanaje. me da un vaso de vino tinto como al que le dan un vaso de leche tibia antes de acostarse.
IV. me dirijo a recepción a coger mi llave donde me encuentro a un recepcionista profundamente antipático al que no me queda otra que decirle: "qué daño han hecho los estereotipos. me habían dicho que los londinenses son muy antipáticos y que los recepcionistas de hotel de noche eran de noche y no de día por sus dificultosas y torpes relaciones personales y que yo podía ahora ver tan claro el daño que hacían los estereotipos"
V. me acuesto como puedo, en ayunas, y ya de mañana decido decirle a la recepcionista de día que sé muy bien que les han quitado una estrella y que esa quinta estrella no creo, no creo que se la hayan quitado por el olor a pies de sus habitaciones, que no hay derecho y que no se lo digan al auditor que estará investigando el por qué de la pérdida de la estrella porque por el olor a pies no puede, no puede ser y que si es, entonces es una cabronada.
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