02 enero 2011

el error de @pedalea


I. la escena es: una mujer en la sesentena abronca a tres niños. los acusa de que les han dicho a otros niños que se bajaran de los columpios. no suelo meterme. pero me meto. resulta que yo lo he visto. resulta que no han dicho nada. la mujer insiste. en que ella tiene razón. le digo que no. que no la tiene. insiste. le digo: oiga, ¿a usted le ocurre que tiene que tener la razón? no está acostumbrada la buena mujer a que no le funcione el acoquine. está rara la buena mujer. eso, en su casa, parece que no le pasa.

II. es el poder de la intimidación. ella tiene razón porque lo dice, porque lo grita, porque lo repite, porque tiene cara de mala bestia animal y porque está en su tierra. pero desde cuándo le da eso la razón a alguien. la verdad es que desde siempre.

III. decía @pedalea que ella quería un aita vasco fuerte, fornido, rubio, que haga surf y que juegue con sus hijos. pero, a lo mejor, son un timo. los aítas están ahí (alguien los ha puesto ahí) para contrarrestar el excesivo poder de unas madres dotadas de serie por la naturaleza de un poder excesivo. pero parece que por aquí no se atreven mucho a pararlas los pies. a lo mejor, nos vamos a jugar con los niños o nos bajamos al txoco para evitar hacer lo que hay que hacer: parar los pies a esa amatxu poderosa excesiva. valdría igual al revés. el poder excesivo debe ser contrarrestado por otro poder. de otro modo se vuelve absoluto. si nos da miedo nuestra pareja, ¿cómo defendemos a nuestros hijos de los excesos de aquella? dime.

IV. es una cuestión de hombres y mujeres aquí, pero no. no solo. tú vas con tu coche. por carreteras que no conoces. te pegan el culo. tú vas a una velocidad normal, dentro de la ley. entonces, ¿la ley cuál es?. ¿la que dicen los discos o la que dices tú?. y si tú dices que la que dices tú, ¿quién te para los pies a tí?

V. más que enfocarme en los intimidadores, estoy pensando últimamente en lo intimidatorio. porque a veces no es una persona. a veces es la vida. o lo que sea. una aguja intimidatoria apunta hacia un globo ocular. pero lo mismo el globo no se acojona. lo mismo tiene sus recursos y encuentra su manera.

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